análisis del romance "El enamorado y la muerte"
Análisis del Romance del Enamorado y La Muerte
ROMANCE DEL
ENAMORADO Y LA MUERTE
Este romance puede encontrar su origen
en un conocido poema de Juan del Encina que comienza diciendo: "Yo me
estando reposando, durmiendo como solía" muy divulgado en el siglo XVI. Es
una de tantas elegías amorosas. La tradición reelaboró el tema convirtiéndolo
en un singular esbozo dramático de amor y muerte.
Dentro de la clasificación, se podría
encuadrar este romance como novelesco. Algunos autores revalorizan los aspectos
emotivos del romance y por eso lo colocan dentro de la categoría de los
líricos.
Este romance se podría estructurar en
tres momentos: el sueño y la aparición de la Muerte; la búsqueda de la
salvación en el amor; y la sentencia final. El mismo está constituido por 40
versos octosílabos de asonancia grave en (i-a).
Evidentemente el tema del romance está apoyado en uno de los tópicos más comunes de la literatura: el amor y la muerte. El enamorado se encuentra rehén de una situación: la muerte que lo busca y su amor que lo desea. Parecería que ambos personajes femeninos terminan formando el triángulo amoroso, donde sale victoriosa la muerte, porque de alguna manera, "su amor" tiene un poder mayor, no es terrenal ("soy la muerte Dios me envía). Nada puede hacer la enamorada, ni el enamorado frente a la realidad de la muerte, aunque todo el romance pueda parecer un sueño.
Evidentemente el tema del romance está apoyado en uno de los tópicos más comunes de la literatura: el amor y la muerte. El enamorado se encuentra rehén de una situación: la muerte que lo busca y su amor que lo desea. Parecería que ambos personajes femeninos terminan formando el triángulo amoroso, donde sale victoriosa la muerte, porque de alguna manera, "su amor" tiene un poder mayor, no es terrenal ("soy la muerte Dios me envía). Nada puede hacer la enamorada, ni el enamorado frente a la realidad de la muerte, aunque todo el romance pueda parecer un sueño.
En la primera parte el relato presenta a
un narrador protagonista ("soñito del alma mía"), donde se nos
introduce en la atmósfera de un sueño. De éste se nos da una referencia
temporal ("Un sueño soñaba anoche") y normalmente suponemos que el
protagonista se encontraba durmiendo. Pero esto no tiene porque ser así
exactamente. La idea de sueño puede también referirse a un amor imposible dado
que el romance aclara que sueña con sus amores, que el sueño es amoroso y está
cómodo con él. Y esto podría explicarse con las palabras de la amada "como
te podré yo abrir/ si la ocasión no es venida", lo que implica que ella
corresponde a ese amor secreto.
Dado que el enamorado sueña con la
muerte, y el final parece confuso, ya que se cambia de narrador en la mitad del
romance, podría pensarse en un sueño premonitorio, lo que nos muestra la
cultura pagana en tensión con la religiosidad de la época. Esta es una de las
hipótesis que manejan algunos autores en este romance, pudiendo ser éste un
sueño premonitorio. Si así fuera, el adverbio “anoche” supone que el narrador
cuenta lo vivido en tiempo pasado. El problema surge más adelante, cuando el
romance comienza a hablar en tercera persona.
El protagonista se encuentra en un
estado de alejamiento de la realidad, de inconsciencia, y este ambiente de
misterio se refleja en lo formal, de esta manera se utiliza la aliteración de
la letra “s” (reiteración de sonidos). Por un lado esa reiteración ayuda a una
atmósfera de susurro, de intimidad. Por otro lado existe la repetición de
sonidos nasales en los fonemas "n", "ñ", "m" en
los cuatro primeros versos:
"Un sueño soñaba anoche
soñito del alma mía
soñaba con mis amores
que en mis brazos los tenía"
Esta aliteración de sonidos nasales crea
una atmósfera de adormecimiento al estilo de las nanas que se les canta a los
niños para dormir. De alguna manera, las dos hipótesis, la del sueño despierto
con un amor lejano y la del sueño dormido o dormitado pero absolutamente
involuntario, estarían apoyados por estas aliteraciones. El susurro como
secreto, a modo de confesión íntima; y la "nana" como una inmersión
en lo onírico.
El diminutivo ("soñito") de
carácter estético emotivo, se usa para cargarlo de afectividad y reafirmar la
dulzura y el encanto de ese sueño del cual él se complacía en soñar y gozaba
plenamente. Complementando este diminutivo se encuentra la expresión "del
alma mía". Esta nos confirma y refuerza ese afecto que el protagonista
siente por ese sueño, pero a su vez se nos transporta a lo más íntimo de
hombre, al alma. Al alma se lo asocia siempre con lo más profundo, lo personal,
lo íntimo, la esencia de las cosas y del hombre, donde se encierran todos los
afectos del ser humano.
El encanto de este sueño es roto por la
presencia de una señora que entra abruptamente (“vi entrar señora muy blanca /
muy más que la nieve fría”). Además de sugerirnos esta entrada abrupta, el
narrador nos da de ella ciertas características que ya nos perfilan, a partir
del contraste con la dulzura y calidez del sueño, a una figura sobrenatural. Se
utilizan dos adjetivos, uno cromático ("blanca") y uno sensorial
("frío"). El blanco simboliza el estado celeste según el diccionario
de símbolos de Cirlot. Expresa una voluntad de acercamiento a ese estado. El
adjetivo blanco también en este caso, se relaciona con Dios, y con la pureza,
es por esto que las novias se casan de blanco, y el narrador confunde a este
ser con su amada, pura, virgen, “divina”. El frío corresponde a la falta de
amor, a lo implacable, lo irremediable, porque no puede ser modificado por
razones ni afectos. Estas dos características de esta señora se terminan de
explicar cuando se nos revela que es la Muerte. Es interesante la
personificación de ésta, ya que podemos notar que no es la imagen típica que
descansa en el imaginario colectivo. La imagen de la muerte como un esqueleto
con un traje como el de los monjes de color negro y una guadaña viene de la
Danzas Macabras surgidas en la misma Edad Media, y aparecen a raíz de la peste
bubónica que azotó a Europa en esos siglos. Sin embargo esta Muerte se nos
revela como un ser capaz de confundirse con la mujer amada y en vez de negro,
vestida de blanco como la pureza de una novia que tiene la voluntad de alcanzar
lo celestial. La única diferencia entre ésta y la Muerte es que esta última es
fría, y la primera suponemos que es cálida. Por otra parte, el hecho de que se
la confunda con la amada nos sugiere también una imagen tal vez juvenil de la
Muerte.
En lo formal, el "juglar"
utiliza como recurso del pleonasmo donde se redundan los adverbios "muy
más" que sirve para reforzar la expresión “nieve fría”. Es redundante
afirmar que la nieve es fría, pero de esta manera se acentúa un aspecto de
frialdad, de insensibilidad, de terror que esta presencia produce. Es
interesante ver que la nieve cae del cielo de la misma manera cae la muerte.
El enamorado no ve en ella a un ser
extraño, al principio, la confunde con su objeto soñado, es decir cree haber
alcanzado lo más deseado cuando la muerte se le aparece. Esto hace más terrible
su anagnórisis (“darse cuenta”). Es tal su ingenuidad que el protagonista
utiliza cuatro versos para expresarse mientras que la muerte lo hace en dos. En
cuanto sea revelada su identidad, recién ahí el protagonista utilizará dos
versos para expresarse. De esta manera lo formal y la acción se toman de la
mano para sugerirnos la inconciencia o la prisa de los personajes.
En los primeros dos versos, donde
escuchamos la voz directa del protagonista, se utiliza un paralelismo
sinonímico, en la que se repite la idea contenida en la primera pregunta
("¿Por dónde has entrado amor?/ ¿Cómo has entrado, mi vida?"). Los
siguientes dos versos constituyen una seriación de las entradas posibles a ese
espacio. (“las puertas está cerradas/ ventanas y celosías”). Esta seriación y
la afirmación de que éstas se encuentran obstruidas, nos reafirma que existe
una imposibilidad de penetrar en ese espacio (¿real o onírico?), y así se nos
empieza a perfilar la idea de algo extraterrenal. El narrador nos va
introduciendo lentamente a esta conjetura, y con este último dato, ya casi nos
preparó plenamente para revelarnos la verdad.
Las palabras de la Muerte serán
contundentes y reveladoras, e incluso irónicas. (“no soy el amor, amante”). La
expresión "amante" para referirse al protagonista dichas por la
Muerte tiene un tono irónico. Antes de llamarlo así, la Muerte le dice "No
soy el amor, amante". La reiteración de los derivados "amor" y
"amante" marcan esa ironía, mostrando la ingenuidad del enamorado que
sólo piensa en el amor.
"La Muerte que Dios te envía".
Este verso tiene una trascendencia interesante. En primer lugar, que sea
enviada por Dios nos da una idea trágica de la situación ya que no es posible
volver atrás. Su aparición es irremediable porque está signada por un destino.
Por otra parte, la utilización del dativo del pronombre personal de la segunda
persona nos lleva a un tema interesante de ver. La muerte del hombre no es
decidida por el hombre mismo, y por lo tanto es elegida por el hombre la muerte
que le toca vivir. Esto se diferencia sustancialmente con la cultura griega que
hace suponer que lo único que el hombre puede determinar es la forma en que
quiere morir. La muerte del enamorado ya está signada. El enamorado confunde a
la Muerte con su amor, y muere tratando de llegar a su amor. Incluso, la imagen
de la Muerte que le envía Dios es confundida con la de su amor. Es la Muerte la
que se mete en su sueño y marca desde allí lo que será la muerte del
protagonista. Podría haberse utilizado el dativo "me" pero la
utilización del "te" muestra la fragilidad del hombre frente a lo que
es su destino.
“¡Ay Muerte tan rigurosa, / déjame vivir
un día!”. El yo lírico se desespera, se conmueve, se exalta al reconocer la
presencia de lo inevitable, de esto surge, no sólo los signos de exclamación,
que acentúan el ruego, sino el adjetivo “rigurosa”. La muerte es “ley severa”,
según el decir de Quevedo. Llega a todos por igual y no hay manera de escapar
de ella. El enamorado pide un día más de vida. Quiere lo imposible: regatearle
vida a la muerte. Este regateo nos muestra un hondo conocimiento de la
naturaleza humana. Sólo frente a la muerte podemos reconocer la grandeza de la
vida. Estas son las ideas que se rescatan con el final truncado de los
romances. Menéndez Pidal dice que los finales truncados refuerzan la idea de
"saber callar a tiempo", esto hace que prestemos atención a la
situación y el mensaje que la historia encierra. Este dramatismo es lo que queda
en el aire cuando el romance termina. Si bien no logra ganar todo el día que le
pide, logra una hora, y la ingenuidad y la esperanza que lo caracteriza le hace
conformarse y pensar que tal vez sería suficiente.
En la segunda etapa del romance cambia
el narrador. Este ya no es el protagonista sino una tercera persona que ve los
hechos desde afuera. Esto se confirma con el pronombre reflexivo
"se". (“Muy de prisa se calzaba, / más de prisa se vestía; / ya se va
para la calle, / en donde su amor vivía”)
Ahora la narración estará teñida de gran
velocidad y movimiento. Esto queda claro con la reiteración del adverbio
"prisa", de los adverbios "muy", "más",
"ya". Otra de las cosas que lo confirman es la utilización de verbos
para denotar acciones "calzaba", "vestía", "va".
Todo expresa la urgencia del enamorado que esta movido por la esperanza de
salvarse.
Otra vez se utilizará el recurso de la
cantidad de versos para mostrar el conocimiento que los personajes tienen de la
situación. Esto es análogo al diálogo que tuvo con la Muerte. El enamorado se
expresa urgentemente en dos versos, mientras su amada lo hace en cuatro, hasta
que él le explica la situación y la urgencia se le contagia.
Se introduce de nuevo el término
"puerta" (¡Ábreme la puerta, blanca, / ábreme la puerta, niña!”). La
puerta es el símbolo femenino y se relaciona con lo que permite el paso. Al
igual que en el diálogo con la Muerte, la puerta está cerrada. A diferencia de
la escena anterior, el enamorado (hombre terrenal), no puede traspasar esa
barrera. La relación de su amada con la Muerte es evidente y no sólo por la
utilización del sustantivo "puerta", sino también por la forma en que
la llama "blanca". Este adjetivo ya fue usado para caracterizar a la
Muerte, ahora utilizado en la amada le da a ésta, también, un toque celestial.
Esto quedará más claro cuando el enamorado exprese su esperanza ("junto a
ti vida sería"). El amor es visto como la posibilidad de traspasar la
muerte.
La urgencia del protagonista está dada
en la repetición de la orden "ábreme". Ante esta respuesta, su amada
contestará con expresiones lentas en las que se detendrá a dar explicaciones
sobre la imposibilidad de abrirle. Este contraste entre la urgencia y la
lentitud crea un clima de tensión. Las explicaciones dadas por su amada nos
deja entrever que el encuentro entre ellos es frecuente o habitual. El amor de
ellos es consumado y no platónico. Si "la ocasión no es venida", es
porque alguna vez lo fue. Estamos entonces ante un amor que no cumple las normas
de lo moral y establecido, no santificado por el matrimonio, sacramento sagrado
en la Edad Media. Este es un amor terrenal, carnal y real, pero sublimado por
la posibilidad de ser la única salvación frente a la Muerte enviada por Dios.
Este planteo es muy interesante ya que ha sido la inquietud de casi toda la
literatura española, empezando por el Archipetre.
Esto queda plenamente planteado por el
enamorado que reitera el "leit motiv" del poema mediante la antítesis
"Vida-Muerte". La esperanza que la muerte se convierta en vida ante
el amor es el gran tema del poema.
La urgencia y la angustia es ahora de la
amada que también la expresa por medio de verbos acumulados. (“Vete bajo mi
ventana /donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda / para que subas arriba,
/ y si el cordón no alcanzare / mis trenzas añadiría”). Algunos de estos verbos
como "labraba" y "cosía" no son referidos a la situación en
concreto pero sí nos confirman un conocimiento del Enamorado del lugar donde
vive su amada. Con respecto a esto vale reiterar que ahora es la amada la que
utiliza la palabra "ventana" que lleva implícita la idea de
penetración y es un símbolo de la conciencia. La ventana y la puerta como
escapes de una situación y a su vez mostrarán la imposibilidad de hacerlo.
Por otra parte la propuesta de ascensión
a un plano distinto ("subas arriba") tiene también un significado
celestial.
El cordón presentado por la amada, tiene
la connotación de ligazón, en su urgencia por rescatarlo, la ligazón que le
propone es muy frágil pero sin embargo vistosa y ampulosa. Este es su intento
de salvarlo y dignificarlo la vez. A esta ligazón se le suma la propuesta de
añadir las trenzas siempre que el cordón no alcance (por supuesto). Su amada es
capaz de dar algo de sí por la salvación de su amado. Las trenzas simbolizan
una relación íntima. Ella es capaz de darlo todo por la vida de éste. Pero la
seda es muy "fina" y no sólo porque se rompe, sino también en su
carácter pomposo. Por otra parte ante la Muerte y el destino cualquier alternativa
resulta inútil. La característica de ingenuo del Enamorado, se traslada también
a la amada, y por que no, al amor en general.
Las palabras de la Muerte sintetizan la
inapelable sentencia.
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris
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